El sueño en la mujer
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Los hombres y las mujeres duermen de manera distinta debido a factores genéticos, hormonales, sociales y conductuales.

Las mujeres tienden a dormir menos desde la adolescencia y sufren más un descanso de mala calidad. Además, la mayoría de los hombres suele infravalorar el problema y «aceptarlo» de manera pasiva, a pesar del importante impacto en su propio bienestar físico y mental.

Las mujeres presentan mayor riesgo de desarrollar problemas de insomnio con respecto a los hombres. Cuentan con una vulnerabilidad natural relacionada con los cambios hormonales que forman parte de las distintas fases de la vida de la mujer.  Las fluctuaciones hormonales habituales del periodo anterior a la aparición de la menstruación son responsables de manifestaciones físicas y conductuales transitorias (llamado síndrome premenstrual), entre las que se encuentra el insomnio.

A continuación, nos centraremos en el sueño de las mujeres y en cómo su sueño puede sufrir alteraciones coincidiendo con determinados periodos y condiciones típicas del universo femenino:

Durante el embarazo, gracias a la acción sedante e hipnótica producida por los altos niveles de progesterona, por lo general se registra una mejora de la calidad del sueño, pero las situaciones estresantes (por ejemplo, problemas relacionados con el embarazo, conflictos con la pareja) pueden contrarrestar los efectos hormonales favorables.

Además, en el caso de ronquidos y apneas del sueño, pueden presentarse alteraciones en el descanso nocturno, trastornos que normalmente se presentan con mayor frecuencia en hombres, pero cuyo riesgo aumenta durante el embarazo.

En los últimos meses del embarazo, el sueño puede alterarse por los efectos secundarios derivados del aumento del tamaño del feto (aumento del número y la intensidad de los movimientos fetales, aumento de las ganas de orinar por la presión del útero sobre la vejiga) y del vientre (dificultad para encontrar posiciones cómodas).

En el posparto, los cambios hormonales y el cuidado del recién nacido conducen a una peor calidad del sueño.

 

La menopausia es sin duda el período más crítico, tanto es así que el insomnio está reconocido como uno de los trastornos más habituales con impacto en el bienestar y la calidad de vida. Las fluctuaciones hormonales irregulares que caracterizan la perimenopausia y el déficit estrogénico de la posmenopausia conducen, de hecho, a una importante alteración de los biorritmos principales, lo que afecta la estructura del sueño. La acción directa de las hormonas sobre los centros del sueño está asociada al efecto indirecto provocado por los despertares nocturnos, a menudo recurrentes, muchas veces debido a los sofocos, que son típicos de este período.

También hay otro aspecto a considerar, el hecho de presentar otros trastornos o enfermedades al mismo tiempo (comorbilidad), que explicaría esta mayor incidencia del insomnio en la población femenina. De hecho, se asocia a otras patologías mucho más frecuentes en mujeres que en hombres, como los trastornos anímicos y el dolor crónico. 

Existe una estrecha relación entre el insomnio y los trastornos anímicos, como la ansiedad y la depresión. Quienes padecen ansiedad o depresión tienen predisposición al insomnio, que es una de las manifestaciones más frecuentes y precoces, así como el propio insomnio es un conocido factor de riesgo para la aparición de estos trastornos y el empeoramiento de los cuadros clínicos relacionados.

El dolor crónico también se asocia frecuentemente con el insomnio. Por un lado, el dolor interfiere en la calidad del sueño debido a la dificultad para conciliar el sueño y los frecuentes despertares nocturnos. Por otro, la privación del sueño afecta a la percepción del dolor, baja su umbral y nos hace más vulnerables a las sensaciones dolorosas.

Varios estudios han destacado la relación, característica del género femenino, entre el insomnio y el aumento del riesgo de enfermedad coronaria, hipertensión arterial o diabetes tipo 2. Se han documentado cómo las alteraciones del sueño, además de tener un efecto negativo en la calidad de vida, afectan al estado de salud general.

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